Una antigua okupa, y trepa oportunista, que inicio su carrera política asumiendo el liderazgo activista en contra de los terribles desahucios, donde aprovecho las televisiones para hacerse un hueco en el imaginario colectivo en Barcelona, y más allá de Barcelona.
La Colau es corresponsable directa, junto a sus amigos secesionistas, de la situación desastrosa en la que ha degenerado la Ciudad Condal, otro ejemplo español de cosmopolitismo y polo de atracción turística de renombre internacional.
Antes que proteger a los industriales y comerciantes que dan empleo y pagan sus impuestos, la Colau prefiere proteger el negocio que las mafias chinas hacen con los manteros africanos que han violado las fronteras nacionales e invaden nuestra ciudad y otras ciudades de España.
Algo impropio de una persona que priorice el progreso de Barcelona. Pero lejos de rectificar, la Colau sigue protegiendo a los manteros ilegales y condena al comercio tradicional.
La Colau también respalda a los okupas, fomentando una práctica delincuencial que destruye el derecho de propiedad y la seguridad jurídica, solo tenemos que dar una vuelta por Barcelona.
La Colau, una enemiga de la industria farmacéutica, es corresponsable de que Barcelona haya perdido una gran oportunidad histórica, la de albergar la Agencia Europea del Medicamento. Colau ni siquiera viajó el 18 de octubre a Bruselas, donde el Gobierno español defendió la candidatura.
Doña Inmaculada Colau, en su sectarismo anticristiano ataca con saña a los católicos, metiéndose en un área que no le compete, mientras desatiende otras áreas que si están entre las funciones de un alcalde.
La Colau abre indiscriminadamente las puertas de Barcelona a los llamados refugiados, entre los que se camuflan toda clase de individuos, incluidos fundamentalistas islámicos, que no sabemos realmente quienes son ni porque se empeñan en entrar ilegalmente en España. No creemos que la Colau haga lo mismo con las puertas de su casa.
La Colau ha pretendido públicamente expulsar al Ejército Español de instalaciones públicas en Barcelona. Ese hecho habla por sí solo de su inconmensurable arrogancia e insolencia.
Inmaculada Colau ha tejido una red clientelar de perroflautas y otros parásitos inútiles, mientras no autoriza nuevos hoteles y amenaza al turismo de cruceros. Inmaculada Colau es lo peor que le ha podido pasar a la capital catalana. Ni Barcelona podía llegar más bajo, ni ella tan alto.
Ada Colau es un compendio de sectarismo antiespañol, demagogia barata y nepotismo. Carece por completo de “seny” una ciudad que está representada por una amiga de toda clase de secesionistas, incluidos algunos terroristas. Entierra definitivamente el mito del “seny” catalán, que los barceloneses la hayan dejado alcanzar la alcaldía y la mantengan al frente de la consistorio municipal.
O se actúa ahora, que aún estamos a tiempo, o Barcelona puede terminar convertida en un basurero urbano como Marsella. Pido por ello a empresarios, comerciantes, y sectores productivos de la ciudad condal que se movilicen e incluso consideren impulsar una objeción fiscal si continúa el empeoramiento progresivo de la ciudad.
Ada Colau pierde el rumbo continuamente, su ceguera como su fanatismo y su odio, le hace confundir la historia, calificar de “facha” al Almirante Cervera del Barrio de la Barceloneta, que murió años antes de la aparición del fascismo, es todo un poema. Todo lo que huela a militar o derecha o español, Colau se ciega hasta olvidarse de quien es ella en realidad.
Propongo la recusación de Ada Colau, y su sustitución por alguna persona sensata, preparada y ecuánime, que se ponga al servicio de Barcelona y del bien común de los barceloneses, cosa que en ningún momento ha hecho Ada Colau. No es tolerable que la segunda ciudad más importante de España esté representada y bajo el bastón de mando de una arpía toxica ridícula y sectaria que se entromete en asuntos que no son de su competencia municipal y desatiende aquellos que deberían preocuparle y ocuparle.
Ada Colau, y su grupito de onerosos desaprensivos, están arruinando a Barcelona y a los barceloneses día tras día. No se lo permitamos.