domingo, 3 de mayo de 2020

“En Honor de los caídos”



Allá por Noviembre de 2014, unas 74.000 personas firmaron en la plataforma digital Change.org, por iniciativa de Javier Limón, marido de la enfermera Teresa Romero, única infectada en España por la epidemia de Ébola, nada menos que la dimisión de los responsables de la ejecución de su perro. Casi seis años después no es un perro el ejecutado, sino cientos de personas humanas las que han sido abandonadas a su suerte y otras miles las que han muerto ¿ejecutadas? por la imprudencia homicida de permitir las manifestaciones de 8M. Cierto, ahora también han muerto muchos españoles a causa directa y única de la propia enfermedad, cuando entonces no murió absolutamente ninguna persona humana por el brote de Ébola en España. Es más, ni siquiera hubo tal brote.

Es tan desproporcionada la comparación desde todos los puntos de vista que no merece la pena entrar en ella. Pero sí merece la pena, y mucha, entrar en los miles de muertos que esta pandemia desastrosamente gestionada por el primer gobierno de frente popular que existe en Europa desde la II Guerra Mundial y, en España, desde un poco antes, cuando la II República anunciaba con su desastrosa gestión la pandemia de sangre y odio que se avecinaba.

Estamos a punto de entrar en una de las épocas más oscuras de nuestra Historia reciente, desde luego desde que disfrutamos de un régimen democrático, en la que se alcanzarán cotas de desempleo, pobreza y desesperación que no se veían desde que España despegó con el crecimiento más alto de Europa y casi del mundo después del Plan de estabilización allá por el año 1958. Debemos prepararnos para emular la titánica gesta que nuestros padres y abuelos llevaron a cabo sacando a España de la miseria hasta colocarla en el octavo puesto como potencia industrial del planeta. Y debemos hacerlo después de haber enterrado a esos mismos padres y abuelos que no han podido disfrutar de una sanidad del primer mundo gestionada por un gobierno del peor tercer mundo. 

Muchos han sido enterrados solos, después de haber muerto también solos y tras ser rechazados en las puertas de los hospitales que ellos pagaron desde el primer día de su construcción o quedarse sin asistencia médica en las residencias desde las que su personal hacía llamamientos desesperados pidiendo una ayuda que nunca llegó.

Han muerto ancianos, jóvenes con enfermedades previas y muchos españoles que no encontrarán siquiera un lugar en ninguna estadística porque fallecieron de otras enfermedades que, al estar la sanidad colapsada, no fueron atendidas.

Sí, ahora nos toca demostrar que tenemos la misma entereza y talento que esos a los que se ha dejado morir porque, de todas formas, ya les quedaba poca vida. Como en los peores rincones del mundo más pobre o desalmado. Ahora tenemos que dejar de vivir como nuevos ricos y aprender a ganarnos la vida como nuestros padres y abuelos. Y eso va a ser duro. Pero no tanto como lo que les tocó a ellos ni tan ingrato como el pago que les hemos dado por habernos regalado una vida de nuevos ricos.

Sólo pido una cosa, antes de ponernos todos a gemir por nuestra mala fortuna. Que, al menos, honremos a nuestros caídos como se merecen. Y no que miremos a otro lado después de haberlos dejado morir como no se merecían. Que alguien, por ejemplo, su Majestad el rey de España, encuentre un momento para firmar un simple papel en el que ponga: A los caídos por España y todos los españoles, honor y gloria eterna. Y, si eso se hace en un acto público, incluso muchos lo agradeceríamos, como agradecemos de todo corazón lo que hicieron por nosotros.   


Presidente de NOSOTROS
Partido de la Regeneración Social
Óscar Bermán Boldú