Allá por Noviembre de
2014, unas 74.000 personas firmaron en la plataforma digital Change.org, por
iniciativa de Javier Limón, marido de la enfermera Teresa Romero, única
infectada en España por la epidemia de Ébola, nada menos que la dimisión de los
responsables de la ejecución de su perro. Casi seis años después no es un perro
el ejecutado, sino cientos de personas humanas las que han sido abandonadas a
su suerte y otras miles las que han muerto ¿ejecutadas? por la imprudencia
homicida de permitir las manifestaciones de 8M. Cierto, ahora también han
muerto muchos españoles a causa directa y única de la propia enfermedad, cuando
entonces no murió absolutamente ninguna persona humana por el brote de Ébola en
España. Es más, ni siquiera hubo tal brote.
Es tan desproporcionada
la comparación desde todos los puntos de vista que no merece la pena entrar en
ella. Pero sí merece la pena, y mucha, entrar en los miles de muertos que esta
pandemia desastrosamente gestionada por el primer gobierno de frente popular
que existe en Europa desde la II Guerra Mundial y, en España, desde un poco
antes, cuando la II República anunciaba con su desastrosa gestión la pandemia
de sangre y odio que se avecinaba.
Estamos a punto de entrar
en una de las épocas más oscuras de nuestra Historia reciente, desde luego
desde que disfrutamos de un régimen democrático, en la que se alcanzarán cotas
de desempleo, pobreza y desesperación que no se veían desde que España despegó
con el crecimiento más alto de Europa y casi del mundo después del Plan de
estabilización allá por el año 1958. Debemos prepararnos para emular la
titánica gesta que nuestros padres y abuelos llevaron a cabo sacando a España
de la miseria hasta colocarla en el octavo puesto como potencia industrial del
planeta. Y debemos hacerlo después de haber enterrado a esos mismos padres y
abuelos que no han podido disfrutar de una sanidad del primer mundo gestionada
por un gobierno del peor tercer mundo.
Muchos han
sido enterrados solos, después de haber muerto también solos y tras ser
rechazados en las puertas de los hospitales que ellos pagaron desde el primer
día de su construcción o quedarse sin asistencia médica en las residencias
desde las que su personal hacía llamamientos desesperados pidiendo
una ayuda que nunca llegó.
Han muerto ancianos,
jóvenes con enfermedades previas y muchos españoles que no encontrarán siquiera
un lugar en ninguna estadística porque fallecieron de otras enfermedades que,
al estar la sanidad colapsada, no fueron atendidas.
Sí, ahora nos toca
demostrar que tenemos la misma entereza y talento que esos a los que se ha
dejado morir porque, de todas formas, ya les quedaba poca vida. Como en los
peores rincones del mundo más pobre o desalmado. Ahora tenemos que dejar de
vivir como nuevos ricos y aprender a ganarnos la vida como nuestros padres y
abuelos. Y eso va a ser duro. Pero no tanto como lo que les tocó a ellos ni tan
ingrato como el pago que les hemos dado por habernos regalado una vida de
nuevos ricos.
Sólo pido una cosa, antes
de ponernos todos a gemir por nuestra mala fortuna. Que, al menos, honremos a
nuestros caídos como se merecen. Y no que miremos a otro lado después de
haberlos dejado morir como no se merecían. Que alguien, por ejemplo, su
Majestad el rey de España, encuentre un momento para firmar un simple papel en
el que ponga: A los caídos por España y todos los españoles, honor y gloria
eterna. Y, si eso se hace en un acto público, incluso muchos lo agradeceríamos,
como agradecemos de todo corazón lo que hicieron por nosotros.
Presidente
de NOSOTROS
Partido de la Regeneración Social
Óscar Bermán Boldú
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