Número
uno de muertes por habitantes del mundo, por delante de todos los países del
primer, segundo y tercer mundo. Número uno de Europa en conculcación de
derechos democráticos y libertades. El mayor hundimiento económico de Europa y
uno de los mayores del mundo. La mayor tasa de sanitarios contagiados del
mundo. Un genocidio eugenésico aplicado sobre la población más débil, con menos
expectativas de vida y que, en el caso de los ancianos, son los que más años
llevan pagando la sanidad pública que los ha devuelto o dejado en sus casas y
residencias para que murieran sin molestar.
Cualquier
país del mundo, no ya de los avanzados y democráticos, habría sufrido una
convulsión social y política que se habría llevado por delante al gobierno y,
posiblemente, al régimen. Cualquier país menos España.
La
sociedad española en su conjunto y por abrumadora mayoría ha consentido ese
desastre histórico sin inmutarse. Habrá impunidad para los culpables y los
responsables (recuerden y no lo olviden nunca: primer país del mundo en muertes
por habitantes). Ninguno de los mecanismos de control propios de un estado de
derecho ha funcionado: ni la oposición, ni la justicia, ni la prensa, ni la
intelectualidad, ni la sociedad civil. Todo lo contrario, vivimos como si nada
hubiera pasado, como si no fuera con nosotros ese récord de incompetencia y
canallería (recuerden y no lo olviden nunca: los más indefensos se han dejado
morir sin atender). Han fracasado todos los mecanismos del llamado estado de
bienestar con el sistema de salud pública a la cabeza. Hemos sido retratados
por la opinión pública mundial como un país de tercera teniendo medios y
profesionales de primera.
¿Qué ha
fallado? Todo. Porque en caso contrario es imposible lograr tal humillante
desastre.
Por
supuesto el gobierno del frente popular, compuesto por absolutos incompetentes
expertos sólo en el navajeo político y arropados por el sectarismo ideológico
que, como siempre ha ocurrido con cada aventura comunista, se ha visto
arrollado por la realidad a pesar de la ceguera propagandística propia de
avestruces pintadas de rojo. Un gobierno, si es que merece tal nombre, que, a
pesar de haber sido colocado en el primer puesto mundial de incompetencia y
crueldad, sigue impertérrito desmontando uno a uno todos los resortes sobre los
que se sostiene nuestra libertad y prosperidad: la justicia, la prensa, las
empresas… la Guardia Civil.
Y ha
fallado, lo sigue haciendo, el principal protagonista de cualquier democracia:
el pueblo. Porque tal nivel de fracaso de proporciones históricas (imaginemos
lo que dirán de nosotros nuestros nietos) sin que tenga absolutamente ninguna
clase de consecuencias (se dice pronto) sólo es posible si el pueblo está
completamente anestesiado y carente del más mínimo pulso vital, social y
político.
Es la
sociedad española en su conjunto la que está dejándose engañar y anestesiar por
la maquinaria propagandística del poder, oposición (gran nombre para la nada
que ha hecho y hace) incluida, pensando que sin libertad ni dignidad protegen
su prosperidad, su negocio, su estado de bienestar. Pero, parodiando a
Churchill, pierde esta sociedad de nuevos ricos sin esfuerzo su dignidad y,
además, perderá su prosperidad. Porque no hay prosperidad sin libertad. Y no
hay libertad sin dignidad y lucha. En Otoño despertaremos todos, justos y
pecadores, en la pesadilla de quienes no saben defender su libertad, su
patrimonio y su futuro. En Otoño conoceremos lo que es una sociedad comunista
al modo estúpido de los indolentes niños de papá (estado). Y, entonces, como en
toda pesadilla comunista, será demasiado tarde para, al menos, una generación
entera.
Mientras
tanto, pasará el verano entre escándalo y escándalo que a nadie escandaliza.
Nuestros muertos seguirán muertos y anticipadamente olvidados. El rey habrá
hecho su gira publicitaria, la oposición seguirá esperando para recoger los
frutos de nuestra desgracia sanitaria y económica, la prensa, excepto
anecdóticas y meritorias excepciones, apestará aún más a régimen norcoreano sin
necesidad de usar perfume, las grandes empresas seguirán sosteniendo a esa
prensa para que el gobierno se mantenga y puedan seguir ellas con su negocio de
BOE y comisión, los funcionarios que cobran por protegernos seguirán de
cuarentena, escondidos en su clandestinidad para que no peligre su sueldo, su
carrera y la de sus nenes, y una inmensa mayoría del pueblo, derecha e
izquierda, echará tierra en sus conciencias para poder ocuparse sin molestias
en sus asuntos chicos y grandes.
Esa es la
realidad de una nación que acaba de lograr las más altas cotas mundiales de
incompetencia y crueldad. La realidad que nos está esperando cuando pase el
calor y entremos en la España peronista que, no tengan la menor duda, mantendrá
la UE en su seno hasta que hayamos colmado todas las paciencias y malgastado todas
las oportunidades. Es decir, para cuando se dé la vuelta el año. Y, entonces,
ya sin remedio, nos veremos en el espejo de nuestra dejadez, cuando no de la
mezquindad de una mayoría que no merecemos el resto. O sí, porque la
permitimos. Y ahí, en el pecado, llevaremos todos la penitencia.
Presidente
Nacional de Nosotros
Partido de la
Regeneración Social
Óscar Bermán
Boldú