Durante
los últimos cuatro años, hemos asistido en la Comunidad Autónoma catalana a la
aceleración de un proceso sedicioso que ha envenenado la convivencia, dañado la
seguridad jurídica, y malbaratado la recuperación económica. La desafección
nacional, la fractura social, y la diáspora de empresas, son un problema extremadamente
grave y muy difícil de solucionar y superar. Lo más probable y previsible es que
los catalanes sufran durante varias décadas las consecuencias del delirante
proceso secesionista.
El
daño producido por el secesionismo en todos los órdenes de la vida social debió
evitarse desde el Gobierno, tomado a tiempo suficientes medidas cautelares, en
vez de dejar que el secesionismo creciese y avanzase. La negligente demora en
aplicar el artículo 155, y su menguada aplicación, dejan daños sociales,
económicos y afectivos de difícil cura.
El
necio empecinamiento de Rajoy en proseguir con la política de apaciguamiento ha
creado un gravísimo problema nacional que en cualquier país democrático de
nuestro entorno se habría cortado de raíz desde el primer momento. Solo tenemos
que repasar los países europeos, y extra-europeos, donde los partidos
separatistas están excluidos de la política institucional, y condenados a la
marginalidad, cuando no a la ilegalidad.
La
aplicación sin complejos del Artículo 155 al completo habría cortado de raíz
toda esta dinámica demencial. Habría servido para dejar meridianamente clara la
unidad nacional de España, reconocida en la Constitución de 1978, y lo que es
más importante, en la voluntad mayoritaria del conjunto de ciudadanos que
integramos el pueblo español.
Una
intervención firme y enérgica, sin complejos, podría haber evitado muchos de
estos daños innecesarios y habría permitido, desde el poder del Estado, abordar
una racionalización de las Autonomías, sustanciada en descentralización
administrativa de los servicios al ciudadano, sin duplicidad legislativa, ni gestos
de bilateralidad.
Los
culpables del daño causado a Cataluña y al resto de España son los presidentes
de la Generalidad, con su demencial intentona secesionista. Pero los máximos
responsables políticos son los Gobiernos de España que han estado alimentando
al nacionalismo separatista, a veces a cambio de un puñado de votos, y por inconfesables
motivos cuando los gobiernos del PSOE y del PP han gozado de mayoría absoluta
en el Congreso.
En
estos momentos nos encontramos con un anticonstitucional presidente de la
Generalidad, Quim Torra, que con sus reiteradas muestras de su racismo
supremacista, evidencia un odio visceral e irracional contra España y los españoles.
Y ante esta aberración inadmisible, el Gobierno de España, presidido por un
pasmado se limita a contemplar y mostrar algo de preocupación, y su deseo de
que Torra entre en razón.
Ante
la flojera permanente de Rajoy, Albert Ribera aprovecha la ocasión y juega al
juego de sacar tajada partidista de la debilidad y descomposición del errático Gobierno
de España presidido por Rajoy, al que el supuestamente apoya.
Albert
Rivera se esfuerza en crecer como líder nacional patriótico, en contraste con
el mortecino y amortizado Rajoy. Pero solo tenemos que revisar la hemeroteca y encontrarnos
con la cruda realidad que oculta en su trastienda política. Albert Rivera, invitado
y participante del Club Bilderberg, ha dado suficientes señales de complicidad
con los poderes mundialistas que mueven los hilos detrás del escenario
secesionista, y que siempre manejan a sus peones en los dos frentes del
conflicto.
Y
el conflicto que nos concierne, el enfrentamiento civil en Cataluña, está dando
abundantes señales de empeorar. Ante esta amenaza, los partidos que
supuestamente defienden España tienen el deber ineludible de hacer todo lo
necesario para evitar una espiral de violencia que podría acabar en algo
paralelo a lo ocurrido en 1936. A tal fin deben sacrificar sus intereses
particulares, y afrontar con valentía la situación excepcionalmente grave en la
que nos encontramos los españoles. En caso contrario todos serán responsables
de lo que pueda ocurrir por su negligencia.
Lo
realista es concluir que en Cataluña ya solo queda una solución: El rescate de
competencias, y la puesta en marcha de la suspensión “sine díe” de la autonomía
en Cataluña. Para a continuación hacer una reforma muy profunda del Estado, y
de las Autonomías. Una reforma en clave nacional unitaria. Una reforma para que
algunas regiones que conforman el territorio español no puedan volver nunca más
a ser instrumentadas como incubadoras del secesionismo contra España. Una
reforma que deje claro, de una vez y para siempre, que el pueblo español es el
único depositario legítimo de la indisoluble soberanía nacional.
Y
quienes propongan algo por debajo de esta exigencia demostraran que no son
parte de la solución si no parte del problema.
Presidente Nacional de Nosotros (Partido de la Regeneración Social)
Óscar Bermán Boldú
2 comentarios:
Por desgracia el pp no tiene valor de intervenir el gran foco de radicalización que es TV3 y convertirla en una TV plural .
Señor Oscar Berman boldu Nosotros el Partido Politico de la Regeneracion ¿Que puede hacer para liberar a los cudadanos afectados por la corrupcion?
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