Uno se fue al bar y dejó vacío su asiento de Presidente del Gobierno
de España. Otro ocupó ese asiento en cuanto los independentistas
catalanes y vascos le dijeron a la vicepresidenta que quitara el bolso.
Pero, como ni siquiera le dejaron aprobar los presupuestos, decidió irse
a las urnas, como quien se va al bar. Y de ese teatrillo salió el zagal
con “que nos pongan otra ronda”. Total, que aquí estamos. Pagando
rondas.
Los dos grandes partidos de la inacabable transición a la democracia
se resisten a perder el viejo y rastrero negocio de las cesantías. Por
eso juegan con los espontáneos que se lanzan al ruedo político, como
UPyD, Cs o el mismo Unidas Podemas, desgastando las esperanzas de
quienes confiaron en ellos para enviar un mensaje demoledor: nadie puede
con el sistema. Estáis trincados por caciquillos que se alternan a sí
mismos, siempre los mismos, en pos también siempre del mismo mezquino
interés. Y frente a estos, sólo los que buscan acabar con España.
No lo olvidemos, porque ellos no lo olvidan.
Herederos de una tradición que parece más
sólidamente asentada de lo que creíamos, sólo entienden la política como
mando. Y el mando como absolutismo del yo sólo con mi minoría o yo
chantajeado por la minoría de los que juegan con la ventaja de no perder
nada si todo se rompe. Estos son los próceres.
Mediocres incapaces para cualquier cosa que no sean sus tretas bajas.
Fatuos personajillos que nos someten cada día al espectáculo indecente
de sus naderías amplificadas por los grandes medios de comunicación,
barraganas que proclaman a grito pelado su condición en lo que debería
ser sagrada ágora.
Ni PSOE, ni PP, ni el desmantelado Cs, ni Unidas Podemas, ni siquiera
VOX, que también espera el mando para hacer algo, perdidos en proclamas
que los voceros de las bandas de toda la vida convierten en numeritos
de telediario. ¿Y enfrente? Sólo los indepes, esos sí, a su bien común,
que es el mal de todos los españoles. Minoría inmensa ante la pequeñez
de nuestros valedores que nos somete y nos trilla hasta que el primer
viento nos disperse en taifas vecinales, en transiciones más chicas, con
manuales de uso y mantenimiento, remedo de constituciones, en los que
no se nombre grandeza alguna de las que hacen de la vida una oportunidad
para ser felices.
¿Qué hemos hecho para no merecer eso?
Nada. Esa es la cuestión.
Una democracia no se reduce a votar cada cierto tiempo. La esencia de
la democracia consiste en que el control político último lo detente ese
pueblo con cuyo nombre se llenan tantas falsas bocas, y no que ellos
respondan ante ellos mismos, ante sus tribunales de honor o de gremio
para que los grandes robos, los desmanes, las traiciones, se paguen con
un destierro del negocio, con la inhabilitación para ejercer el cargo,
con nada.
Democracia es que mande el pueblo. Nosotros, no ellos. Y eso en este
régimen de transición interrupta sigue siendo un sueño, porque no hemos
hecho nada para merecer esto ni tampoco para arreglarlo.
¿Qué partido político está de verdad comprometido con una profunda
regeneración que comience por una ley electoral que respete lo que ya se
hacía hace más de 2000 años en Grecia, que todos los votos valieran lo
mismo? Ah, pero eso, la democracia, quitaría de un plumazo el poder a
los independentistas y, si se hacen listas abiertas, los partidos
políticos dejarían de ser partidas. Y, entonces, sin independentistas
chantajeando ni bandas políticas negociando, sólo quedaría un
responsable: el pueblo.
Y el pueblo español sería dueño de su destino. Y podríamos decir a nuestros hijos y nietos:
Os trajimos la libertad, la prosperidad, la igualdad, la unidad, la justicia.
¿Hay mejor herencia?
Tomemos las riendas de nuestro destino y construyamos fuerzas
políticas capaces de defender todas las ideas, sean las que sean, dentro
de los límites del bien común que, en España, lo marca la unidad y la
igualdad de todos los españoles. No nos vallamos al bar en el que han
convertido la democracia una tropa de mediocres logreros que están
haciendo historia de peor especie: O nueva ronda o el primer frente
popular en Europa desde la II Guerra Mundial.
¿Hay peor herencia?
La culpa es de ellos. La responsabilidad, nuestra.
Presidente Nacional de Nosotros-Partido de la Regeneración Social
Óscar Bermán Boldú
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