Cada día que entro en mi casa me paro a pensar en el futuro que les
espera a mi hijo Óscar y también a las nuevas generaciones. Miles de
ciudadanos españoles hemos luchado por tener una sociedad más justa.
Ahora contemplamos impotentes cómo esa sociedad nos la están
destruyendo, de forma progresiva. ¿Qué pensarán nuestros padres y
abuelos de la España actual? ¿Podemos sentirnos satisfechos de una
nación que es, sobre todo, paradigma de inmoralidad política y
absentismo ciudadano? Más allá de los datos que cifran la felicidad de
una sociedad por el número de lavadoras o el tamaño de los televisores,
¿podemos sentirnos satisfechos de la España en la que vivimos? Lo que
han hecho los políticos de derecha e izquierda todos estos años ha sido
destruir el modelo de país que prosperó, gracias a un estado colectivo
de conciencia nacional y obediencia católica, para ponernos hoy a los
pies de los caballos mundialistas. Como bien sostiene el gran Carlos
Arturo Calderón Muñoz, genial articulista de Alerta Digital, al destruir
los valores de la civilización occidental, al eliminar el heroísmo de
la ecuación, el amor por la mujer, por la tierra natal, los hijos, la
divinidad y cualquier cosa que nos represente, se le quita el centro de
gravedad a la masa, que rápidamente buscará un reemplazo para su vacío.
Lo que vemos hoy en España es la caída al vacío, la consumación de la
nadería, la pérdida de metas trascendentes, la superación de cualquier
ideal humanista, la suplantación de la moral natural, la exaltación sin
límite de la zafiedad. ¿Podemos sentirnos satisfechos en el PP de haber
colaborado con la implantación de este estado de catalepsia moral y
contrario a las bases humanísticas sobre las que se sustentó nuestro
proyecto político? ¿Por qué callan ante este estado depravado de cosas
los representantes del sector llamado democristiano? Quizás porque la
corrupción y la evasión de capitales, y no la construcción de una España
moralmente fuerte y unida, ha sido el eje principal de su acción
política?
Durante años hemos visto cómo unas élites han utilizado los medios de comunicación para anestesiar a la población y conducirla al erratismo moral, diluyendo de ella cualquier ideal espiritual y patriótico. Hemos visto cómo esos medios han servido de altavoz a los perversos planes de ingeniería social que fueron puestos en marcha para prostituir el alma de los españoles. Esos medios han enaltecido a sus promotores y condenado a la muerte civil a sus detractores. Se han triturado prestigios y honras por el mero hecho de ser puestas al servicio de ideales metafísicos que rebasan los inventados por el hombre para explotación y degradación de sus semejantes. El ejemplo del cardenal Cañizares, del obispo Juan Antonio Reig Pla, del malogrado Blas Piñar o del periodista Armando Robles, nos sirven de ejemplo. La musculatura moral de estos cuatro titanes no pudo ser nunca rebajada, pero a cambio tuvieron y tienen que sufrir el linchamiento diario y sin compasión de los que viven al dictado de lo que deciden los nuevos amos, renunciando a los oropeles y al brillo social de los que sin duda disfrutarían, por calidad intelectual y excelencia profesional, de haberse sumado a la pervertidora corriente del pensamiento único. Sus detractores son todos aquellos que han mancillado la pureza de unos medios que, lejos de la sublime búsqueda de la Verdad, a lo que se dedican cada día es a proteger los intereses partidarios y económicos de quienes nos han arrastrado hasta aquí.
Este paso al frente pretende ser un encuentro con la realidad más cruda y no con la España virtual que nos dibujan periodistas a sueldo, políticos a la carta, empresarios de ocasión y prelados de pacotilla. El diagnóstico sobre la situación española no puede ser más desalentador. Otrora un país rico en ilusión, España se empobrece económica y moralmente más cada día. Sus valores han sido sustituidos por pervertidos dogmas. Donde antes había una virtuosa madre de familia, hoy tenemos una prejuiciosa feminista. Donde antes había unidad, hoy hay conflictos territoriales. Donde antes clamaba una sóla voz, hoy resuenan muchas voces broncas y mal avenidas. Donde antes se consagraba a la familia, hoy se promueve su aniquilación. Donde antes se idolatraba al anciano, hoy se le ignora. Donde antes habían jóvenes sanos, talentosos y aventureros, hoy hay desechos sociales. Donde antes se vivía, hoy se sobrevive. Donde antes había ilusión, hoy hay dúctil resignación. Donde antes residían vecinos fraternalmente unidos, hoy residen extranjeros desarraigados. Donde antes se glorificaba a Jesús, hoy se hace sincretismo religioso. Donde antes se ponderaba el esfuerzo emprendedor, hoy se busca el dinero facil. Donde antes existía una economía social al servicio de los españoles, hoy predominan las multinacionales ávidas de beneficios. Donde antes había orden y justicia, hoy predomina el caos y los privilegios. Donde antes había una España orgullosa de sí misma y del carácter indomable de su gente, hoy sólo quedan sus últimos rescoldos.
¿Podemos sentirnos satisfechos? Dejo esta pregunta a la consideración de mis compañeros de partido.
Óscar Bermán Boldú
Presidente y portavoz municipal del PP en Palafolls (Barcelona)
Durante años hemos visto cómo unas élites han utilizado los medios de comunicación para anestesiar a la población y conducirla al erratismo moral, diluyendo de ella cualquier ideal espiritual y patriótico. Hemos visto cómo esos medios han servido de altavoz a los perversos planes de ingeniería social que fueron puestos en marcha para prostituir el alma de los españoles. Esos medios han enaltecido a sus promotores y condenado a la muerte civil a sus detractores. Se han triturado prestigios y honras por el mero hecho de ser puestas al servicio de ideales metafísicos que rebasan los inventados por el hombre para explotación y degradación de sus semejantes. El ejemplo del cardenal Cañizares, del obispo Juan Antonio Reig Pla, del malogrado Blas Piñar o del periodista Armando Robles, nos sirven de ejemplo. La musculatura moral de estos cuatro titanes no pudo ser nunca rebajada, pero a cambio tuvieron y tienen que sufrir el linchamiento diario y sin compasión de los que viven al dictado de lo que deciden los nuevos amos, renunciando a los oropeles y al brillo social de los que sin duda disfrutarían, por calidad intelectual y excelencia profesional, de haberse sumado a la pervertidora corriente del pensamiento único. Sus detractores son todos aquellos que han mancillado la pureza de unos medios que, lejos de la sublime búsqueda de la Verdad, a lo que se dedican cada día es a proteger los intereses partidarios y económicos de quienes nos han arrastrado hasta aquí.
Este paso al frente pretende ser un encuentro con la realidad más cruda y no con la España virtual que nos dibujan periodistas a sueldo, políticos a la carta, empresarios de ocasión y prelados de pacotilla. El diagnóstico sobre la situación española no puede ser más desalentador. Otrora un país rico en ilusión, España se empobrece económica y moralmente más cada día. Sus valores han sido sustituidos por pervertidos dogmas. Donde antes había una virtuosa madre de familia, hoy tenemos una prejuiciosa feminista. Donde antes había unidad, hoy hay conflictos territoriales. Donde antes clamaba una sóla voz, hoy resuenan muchas voces broncas y mal avenidas. Donde antes se consagraba a la familia, hoy se promueve su aniquilación. Donde antes se idolatraba al anciano, hoy se le ignora. Donde antes habían jóvenes sanos, talentosos y aventureros, hoy hay desechos sociales. Donde antes se vivía, hoy se sobrevive. Donde antes había ilusión, hoy hay dúctil resignación. Donde antes residían vecinos fraternalmente unidos, hoy residen extranjeros desarraigados. Donde antes se glorificaba a Jesús, hoy se hace sincretismo religioso. Donde antes se ponderaba el esfuerzo emprendedor, hoy se busca el dinero facil. Donde antes existía una economía social al servicio de los españoles, hoy predominan las multinacionales ávidas de beneficios. Donde antes había orden y justicia, hoy predomina el caos y los privilegios. Donde antes había una España orgullosa de sí misma y del carácter indomable de su gente, hoy sólo quedan sus últimos rescoldos.
¿Podemos sentirnos satisfechos? Dejo esta pregunta a la consideración de mis compañeros de partido.
Óscar Bermán Boldú
Presidente y portavoz municipal del PP en Palafolls (Barcelona)
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