En 1959 la convergencia
salarial de España con los nueve países miembros de la CEE era del 59%. En 1975
era del 81,3%. En 1985 había descendido al 70,8% y en 2012 al 73,3%. El milagro
económico español se produjo al final de la dictadura, convertida ya en
dictablanda, y no en el régimen de la Transición, una democracia incompleta
donde los partidos políticos se comportan como bandas mafiosas que controlan la
Justicia, pilar esencial en cualquier estado de derecho, y establecen un
dominio asfixiante sobre la economía, basado en el amiguismo, el enchufismo y
las represalias judiciales, especialmente las del orden fiscal.
Durante los últimos 15
años de dictadura apenas se pagaban impuestos y el control normativo y jurídico
de la vida del común de las personas era infinitamente menor a la descomunal burocracia
que sufrimos hoy en día. Estaba vetada la libre actividad política y
sancionadas conductas que atentaban contra la moral católica. A cambio, nunca
en la Historia de España se produjo un cambio económico y social de las
proporciones de esa última quincena del régimen franquista, destacando
especialmente tres aspectos: el desarrollo industrial, la educación y el
sistema de garantías sobre el que se construyó posteriormente el llamado estado
de bienestar.
Durante el régimen de la
Transición sólo esas garantías socio labórales se conservarían, incrementadas
en gran medida a costa de un desproporcionado sistema fiscal que adquiere
proporciones extractivas. La industria es desmantelada, para tranquilidad de
las potencias dominantes de la UE, especialmente Alemania, a cambio de ayudas
comunitarias para obras públicas que tuvieron como consecuencia un enorme
trasvase de poder desde la economía privada en manos de ciudadanos, y empresas a
la pública en manos de los partidos políticos. La educación, base del ascensor
social que logra por prrimera vez en nuestra historia una clase media digna de
las sociedades más avanzadas, se desploma debido al enchufismo que degrada el
alto nivel de los educadores conseguido en la dictadura y por una política que
confunde la igualdad de oportunidades con la igualación de resultados en contra
del mérito y el esfuerzo.
La Transición, un
régimen de compromiso que finalmente se ha enquistado en la corrupción
generalizada sin lograr avanzar hasta modelos democráticos de nuestro entorno
sociopolítico, como Francia, Alemania, Inglaterra o EEUU, tuvo un sólo
fundamento: superar las heridas propias de la guerra civil y de los inevitables
errores e injusticias de la dictadura, especialmente en lo referente a una
innecesaria, contraproducente y asfixiante imposición de la moral católica y a
los represaliados políticos, laborales y empresariales (estos dos últimos
apenas existentes al final del régimen) desafectos con el régimen. Y es en ese
espíritu de reconciliación que, sin duda, tenía también aspectos negativos para
según qué partes, como fue posible establecer una convivencia de mutuo perdón y
respeto para todas las ideas, personas y símbolos de nuestra historia reciente.
El Valle de los Caídos
es un anticipo de esta Transición de la que nuestros dirigentes, convertidos en
capos de bandas políticas, no han sido capaces de salir para llevarnos a una
democracia plena, sólida y homologable con las mejores. Porque nadie debe
olvidar que el proceso de transición lo inician los poderes del régimen de
Franco desde ese espíritu lógicamente imperfecto pero notablemente eficaz de la
reconciliación nacional que, guste más o menos a unos u otros, está
representado materialmente en el Valle de los Caídos.
No es posible salir de
la Transición para volver al lugar de donde ya salimos: el enfrentamiento
irreconciliable. Sólo hay un camino, y es avanzar hacia una democracia plena
sobre los cimientos de esa Transición de la que algunos no quieren salir y,
otros, pretenden borrar de la Historia para regresar a las cloacas de la
Historia. Por tanto, sólo hay una salida para el Valle de los Caídos: avanzar,
y no retroceder, hasta convertirlo en un verdadero y pleno referente de la
reconciliación nacional llevando allí, para reposar con igual dignidad y
reconocimiento, a los españoles que vivieron en el bando perdedor, incluidos
los que protagonizaron la Transición.
No hay otro destino para
el Valle de los Caídos que convertirse en el lugar donde triunfan los vencidos
y los vencedores sufren la más dulce de las derrotas: descansar hermano junto a
hermano. Paz, piedad, perdón.
Presidente Nacional de Nosotros
(Partido de la Regeneración Social)
Óscar Bermán Boldú
Presidente Nacional de Nosotros
(Partido de la Regeneración Social)
Óscar Bermán Boldú
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