
– Sostiene usted que lo de Austria no es casualidad sino la confirmación de un proceso político imparable…
Lo ocurrido ayer en la civilizada Austria no es un accidente
electoral, sino la confirmación de una tendencia que han seguido antes
los electores de Francia, Alemania, Polonia, Hungría, Holanda, Suiza,
Bélgica y que, no me cabe duda, más pronto que tarde arrastrará a toda
Europa. No es fruto del azar que, en esos países, las formaciones
tildadas de ultraderechistas estén creciendo y hayan abarcado cotas
electorales inimaginables hace unos años. Los países europeos, invadidos
por una inmigración, sobre todo musulmana, que amenaza sus identidades
nacionales y sus raíces culturales, se están defendiendo optando por
votar a aquellas formaciones que están dispuestas a frenar ese proceso.
El futuro de nuestra civilización está en juego. Y los que lo están
poniendo en juego son, sobre todo, los partidos liberales, que no sólo
están promoviendo el cambio demográfico en nuestro continente, sino
también la implantación de proyectos eugenésicos, cuyo objetivo es
rediseñar moralmente nuestros países, reducir al máximo nuestra
natalidad para implementar la llegada de mano de obra extranjera,
destruir nuestras raíces humanísticas, acabar con el concepto de unidad
familiar, alterar los hábitos normales por conductas contrarias al orden
natural y adoptar las nuevas síntesis culturales, desde el sincretismo
al relativismo, que han traído como consecuencia la pérdida del sentido
del bien y del mal. Los centros docentes y los medios informativos están
jugando un importante papel en la promoción de dichos objetivos. Sólo
desde la visión de partidos identitarios y comprometidos con el porvenir
cristiano de Europa podremos hacer frente a un desafío en el que nos
jugamos el ser o no ser de nuestra civilización.
– ¿Puede ser el PP ese partido?
Desde luego, pero con otros dirigentes y con otros programas. No
sería creíble defender un proyecto social e identitario con las mismas
personas que han contribuído a la implantación del actual modelo
destructivo. Ese nuevo proyecto deberá estar incardinado, no sólo de
palabra sino también de obra, al proyecto humanístico-cristiano,
rechazando el laicismo de forma terminante. No se puede arrinconar a
Dios como el que deja un paraguas al entrar en su casa El cristianismo
es el elemento central y determinante de la compleja historia de España.
La fe católica ha plasmado la cultura de este país de tal manera que no
se puede estudiar la historia de España sin conocer el período de la
evangelización y todos los siglos que le sucedieron. El camino hacia el
futuro no puede relegar este dato, y los españoles están llamados a
tomar una renovada conciencia de todo ello para mostrar sus capacidades
permanentes. Sería deseable que el PP tomase conciencia del fundamento
cristiano de España y que esté dispuesto a configurar el presente y el
futuro a partir de ahí, olvidando las políticas laicistas y
multiculturales que, además de probarse erróneas, han fracasado
estrepitosamente en toda Europa.
El PP deberá enfrentarse a esos desafíos o ignorarlos, apostar por la
patria como elemento nutriente de su acción política o seguir apostando
por la dictadura del relativismo, según la cual hay que dejarse guiar
por cualquier viento de doctrina.
– No me imagino a Jorge Moragas, a Luis de Guindos, Celia
Villalobos, Javier Maroto, Cristina Cifuentes, Alberto Villagrasa o
Andrea Levy defendiendo las cosas que usted propone
Yo tampoco. Por eso hablo de la exigencia de redefinir nuestro
proyecto desde otras bases ideológicas y con otros dirigentes. Hace 30 ó
40 años, las exigencias del momento no coincidían con las actuales. El
pasado histórico y cultural de nuestros pueblos es una preciosidad que
no podemos dejar que sea segado por el indiferentismo o por un falso
respecto hacia aquellos que no pertenecen a nuestra civilización. Si
nuestros abuelos vivieran y salieran hoy a la calle, difícilmente se
sentirían reconocidos en esta España. Como dice el profesor Jesús Angel
Rojo, desde que España ha apostatado de la Fe ha venido la ruina moral y
económica a nuestra querida patria. Al analizar la verdadera razón de
la grandeza y el poderío de España en el mundo, refulge, sin ninguna
duda, su catolicidad.
– Su partido tiene, sin embargo, una visión más triunfalista del presente que la suya
Ocurre cuando se tiene una visión utilitarista de las personas y de
las naciones. Las estadísticas apuntan que hay más españoles que
disponen de más cosas que hace 30 años, pero lo que habría que
preguntarse es de qué sirven tener hoy más cosas que hace 30 años si el
desarrollo moral no ha sido proporcional. Hoy la tasa de sucidios en la
más alta de nuestra historia. Tenemos una población penal diez veces
mayor que en 1975. La tasa de homicidios es 100 veces mayor que en 1964.
Las casas son hoy construídas para aislar y proteger a sus residentes,
no para comunicarlos con los vecinos. El número de niños nonatos
abortados en España superan a las víctimas de todas las guerras que han
tenido lugar en nuestro país en los últimos cinco siglos. Nuestras
tradiciones están siendo abolidas. En España muere cada año por las
drogas el doble de gente que durante los cuarenta años del régimen de
Franco. Cualquier padre puede ser hoy encarcelado por una denuncia
falsa. Cinco millones de españoles viven por debajo del umbral de la
pobreza. El 98 por ciento de nuestros ancianos vive sin ningún tipo de
protección familiar, que es mucho más importante para ellos que la
protección social. Mientras las listas de espera en los hospitales no
existían en 1970, hoy tenemos que esperar, a veces hasta meses, para ser
atendidos por la sanidad pública. Los valores que por espacio de
décadas nos dieron sustento espiritual y fortaleza como nación, hoy se
desmoronan al ritmo de la zozobra, la dejadez, la rendición y la
indolencia, conduciéndonos hacia el abismo de la mediocridad y de la
ruina espiritual y patrimonial. Hoy los españoles estamos más desunidos y
enfrentados que nunca. Siete de cada diez menores crecen en medio de
familias desestructuradas. El número de delitos hace que la gente normal
se recluya en sus casas a tempranas horas. Tenemos hoy más mezquitas
que durante los ocho siglos de invasión musulmana. Los políticos hablan
de hechos diferenciales y no de unidad. Se transmite en odio a nuestra
tradición católica en las instituciones y en los medios. El pueblo
español ha cambiado los objetivos trascendentes por un consumismo
insoportable de telebasura. Muchos políticos ya sólo creen en servirse a
ellos mismos y no a la comunidad. Se subvencionan a las ONG y se retira
la protección a las familias. Se está manipulando nuestra historia para
que no se sepa de dónde venimos ni a dónde vamos. Desde muchas
mezquitas se adoctrina en principios antagónicos a los nuestros. Valores
como el patriotismo, la disciplina, el esfuerzo, el honor, la
meritocracia… han desaparecido de nuestras vidas. Hoy, cualquier niño
español perteneciente a una familia con una economía mileurista tiene
mucho más difícil acceder a la universidad que el hijo de un obrero en
los años 60 y 70. Me pregunto si, a la luz de los ejemplos, no todos,
desgranados, podemos sacar pecho y sentirnos orgullosos ni satisfechos
de la España que hemos creado.
Por consiguiente, la lucha que se avecina no sólamente debe ser una
lucha política, sino también en el campo de nuestra supervivencia moral,
evitar que dejemos de ser hombres y mujeres con alma para convertirnos
en cobayas.
– También Estados Unidos parece tener claro el camino…
Al menos la población blanca del país. En 2008, más del sesenta por
ciento del electorado blanco de Estados Unidos votó a Obama. Por el
contrario, menos del uno por ciento de la población negra votó al
candidato blanco del Partido Republicano, John Mc Cain. Cuatro años más
tarde se mantuvieron los porcentajes. ¿Qué significa esto? Que el
sentimiento identitario de la población blanca apenas existía en
comparación con el de las minorías, que hoy ya no lo son tanto. ¿Y en
qué se ha traducido todo esto? Pues en un país que soporta la peor
crisis social, moral y económica de su historia. Cuando los recursos
económicos de un país se orientan al fomento y mantenimiento de la
discriminacuión positiva, y en definitiva a que los méritos sean
suplantados por cupos raciales, al final esa sociedad entrará en una
grave crisis estructural. Imagine al corredor de fondo que tuviera que
estar a expensas del más rezagado para llegar a la meta. Si la población
negra decide en bloque votar a un candidato negro, es considerado
instinto comunal. Cuando es la población blanca la que se decanta
mayoritaria, y hasta abrumadoramente, por Donald Trump, entonces es
instinto racista. Ello demuestra que todas las naciones multiculturales
desembocan en un estado de confusión política, moral, económica y
social.
Si el gobierno y los medios de comunicación ponen el acento sin
descanso en las cuestiones de raza, de sexo y de diversidad, antes que
en los verdaderos problemas que debieran ser abordados, se creará una
división creciente en la sociedad. Es exactamente lo que quieren los
partidarios del multiculturalismo.
Como ha venido sosteniendo este medio, la inestabilidad social,
causada por una erosión constante de las normas y los valores,
acompañada por una competición descarnada por las oportunidades
económicas cada vez más escasas y por el enfrentamiento permanente de
los grupos étnicos, genera la alienación y el conflicto necesario para
la implantación de un Estado multicultural. Además, la ausencia de
normas y valores comunes conduce a la desorganización individual, que
conlleva un comportamiento asocial. Ese es el marco vital de existencia
de un Estado multicultural: la desorganización de las normas que
garantizan el orden en una sociedad.
Como herramienta política, el multiculturalismo tiene varias
aplicaciones. Es utilizado para impedir un consenso nacional entre el
electorado. La confluencia de opiniones divergentes sobre la visión de
la vida, las creencias, las religiones, los hábitos étnicos, etc,
alimenta un caudal turbulento de descontento que el multiculturalismo
controla y dirige. Es un método perfecto para asegurarse que no pueda
haber entendimiento, unidad y un deseo de destino común entre los
gobernados. El multiculturalismo representa una forma básica del lema
“dividir para mejor reinar”, en provecho del gobierno corrompido y sus
socios.
El multiculturalismo es también una herramienta financiera utilizada
para nivelar social y económicamente una población concreta. Cuando está
instalado, conduce de hecho a una lucha para los recursos que se
vuelven escasos, al igual que las oportunidades económicas, con un
gobierno que favorece el trabajo barato. Éste se asegura una reserva de
trabajadores pobres gracias a la inmigración (legal e ilegal) que al
trabajar por renumeraciones inferiores, hunde sin cesar los salarios a
la baja. Para la gran mayoría de los ciudadanos, el nivel de vida no
subirá, sino que por el contrario, disminuirá constantemente.
Eso es lo que está denunciando Donald Trump y por lo que está
soportando la peor campaña de linchamiento que haya sufrido nunca un
líder norteamericano. Ese debate ya ha llegado a muchos países europeos y
llegará inevitablemente a España. El PP tiene la ocasión de abanderar
ahora ese debate o dejar que otros partidos lo hagan en el futuro.
– Hay un electorado que apuesta sin embargo por discursos centrados y templados.
Eso vale para sociedades que no ven peligrar su paz social ni su
identidad. Eso valía en la España de los 70 y hasta de los 80, pero no
en la de hoy. Ya me gustaría a mí tener que hablar de cosas más amables,
pero lo que digo es el resultado de lo que cualquier persona sin
anteojeras puede ver. Hace 40 años, el ‘efecto Trump’ habría sido
impensable en la sociedad norteamericana de entonces. Hoy no se trata de
una lucha ideológica, sino de sopervivencia o no, de que el mal no se
imponga al bien natural que durante siglos ha sido el nutriente del
desarrollo y la prosperidad de nuestros países, de que Occidente siga
siendo la punta de lanza de la humanidad, de que el proyecto eugenésico
para nuestras naciones no termine imponiéndose, porque eso supondría el
fin de todo lo bello y fecundo que conocemos.
El discurso no puede ser el mismo en una nación vertebrada y segura
de sí misma que en una sociedad debilitada, insegura y abocada a
desaparecer. No podemos abstraernos de lo que está pasando a nuestro
alrededor en nombre de lo políticamente correcto. Porque entonces el
discurso centrado y templado nos estará induciendo al suicidio. Entre el
mal y el bien no puede haber ninguna duda razonable. Y entre el
suicidio y la lucha por nuestra supervivencia, teniendo como tenemos a
enemigos tan poderosos dentro y fuera y un futuro cada día más oscuro,
la opción debería ser clara. Yo querría que esa opción la representara
el PP, pero tengo claro que quien la represente, terminará decantando a
su favor a millones de votantes, como ya está ocurriendo en los países
más avanzados de Europa.
http://www.alertadigital.com/2016/04/25/los-criticos-del-pp-catalan-piden-al-partido-que-abandone-el-liberalismo-y-apueste-por-un-proyecto-patriotico-e-identitario/
http://www.alertadigital.com/2016/04/25/los-criticos-del-pp-catalan-piden-al-partido-que-abandone-el-liberalismo-y-apueste-por-un-proyecto-patriotico-e-identitario/
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