lunes, 25 de abril de 2016

Los críticos del PP catalán piden al partido que abandone el liberalismo y apueste por un proyecto patriótico e identitario.

M. J. Bosque.- Los resultados ayer en las elecciones presidenciales de Austria, donde Norbert Hofer, el candidato del partido identitario FPÖ, ganó con claridad la primera vuelta, al obtener un inesperado 36,7 por ciento de votos, muestran a los críticos del PP catalán el camino a seguir. Su principal representante, el concejal en Palafolls, Oscar Bermán, dice no tener dudas de cuál será el horizonte político en el viejo continente y pide a su partido que se posicione y asuma las credenciales identitarias “antes de que lo hagan otros”. Cree Bermán que las elecciones de Austria muestran la “inevitabilidad” de un cambio político en toda Europa, a medio y largo plazo, fruto de las fracasadas políticas liberales, anticristianas y proinmigracionistas que han sido promovidas a instancias de fundaciones y organismos supranacionales con un doble objetivo: la destrucción de las raíces cristianas europeas y el cambio demográfico en Europa. Con él hemos conversado.

– Sostiene usted que lo de Austria no es casualidad sino la confirmación de un proceso político imparable…

Lo ocurrido ayer en la civilizada Austria no es un accidente electoral, sino la confirmación de una tendencia que han seguido antes los electores de Francia, Alemania, Polonia, Hungría, Holanda, Suiza, Bélgica y que, no me cabe duda, más pronto que tarde arrastrará a toda Europa. No es fruto del azar que, en esos países, las formaciones tildadas de ultraderechistas estén creciendo y hayan abarcado cotas electorales inimaginables hace unos años. Los países europeos, invadidos por una inmigración, sobre todo musulmana, que amenaza sus identidades nacionales y sus raíces culturales, se están defendiendo optando por votar a aquellas formaciones que están dispuestas a frenar ese proceso. El futuro de nuestra civilización está en juego. Y los que lo están poniendo en juego son, sobre todo, los partidos liberales, que no sólo están promoviendo el cambio demográfico en nuestro continente, sino también la implantación de proyectos eugenésicos, cuyo objetivo es rediseñar moralmente nuestros países, reducir al máximo nuestra natalidad para implementar la llegada de mano de obra extranjera, destruir nuestras raíces humanísticas, acabar con el concepto de unidad familiar, alterar los hábitos normales por conductas contrarias al orden natural y adoptar las nuevas síntesis culturales, desde el sincretismo al relativismo, que han traído como consecuencia la pérdida del sentido del bien y del mal. Los centros docentes y los medios informativos están jugando un importante papel en la promoción de dichos objetivos. Sólo desde la visión de partidos identitarios y comprometidos con el porvenir cristiano de Europa podremos hacer frente a un desafío en el que nos jugamos el ser o no ser de nuestra civilización.

– ¿Puede ser el PP ese partido?

Desde luego, pero con otros dirigentes y con otros programas. No sería creíble defender un proyecto social e identitario con las mismas personas que han contribuído a la implantación del actual modelo destructivo. Ese nuevo proyecto deberá estar incardinado, no sólo de palabra sino también de obra, al proyecto humanístico-cristiano, rechazando el laicismo de forma terminante. No se puede arrinconar a Dios como el que deja un paraguas al entrar en su casa El cristianismo es el elemento central y determinante de la compleja historia de España. La fe católica ha plasmado la cultura de este país de tal manera que no se puede estudiar la historia de España sin conocer el período de la evangelización y todos los siglos que le sucedieron. El camino hacia el futuro no puede relegar este dato, y los españoles están llamados a tomar una renovada conciencia de todo ello para mostrar sus capacidades permanentes. Sería deseable que el PP tomase conciencia del fundamento cristiano de España y que esté dispuesto a configurar el presente y el futuro a partir de ahí, olvidando las políticas laicistas y multiculturales que, además de probarse erróneas, han fracasado estrepitosamente en toda Europa.

El PP deberá enfrentarse a esos desafíos o ignorarlos, apostar por la patria como elemento nutriente de su acción política o seguir apostando por la dictadura del relativismo, según la cual hay que dejarse guiar por cualquier viento de doctrina.

– No me imagino a Jorge Moragas, a Luis de Guindos, Celia Villalobos, Javier Maroto, Cristina Cifuentes, Alberto Villagrasa o Andrea Levy defendiendo las cosas que usted propone

Yo tampoco. Por eso hablo de la exigencia de redefinir nuestro proyecto desde otras bases ideológicas y con otros dirigentes. Hace 30 ó 40 años, las exigencias del momento no coincidían con las actuales. El pasado histórico y cultural de nuestros pueblos es una preciosidad que no podemos dejar que sea segado por el indiferentismo o por un falso respecto hacia aquellos que no pertenecen a nuestra civilización. Si nuestros abuelos vivieran y salieran hoy a la calle, difícilmente se sentirían reconocidos en esta España. Como dice el profesor Jesús Angel Rojo, desde que España ha apostatado de la Fe ha venido la ruina moral y económica a nuestra querida patria. Al analizar la verdadera razón de la grandeza y el poderío de España en el mundo, refulge, sin ninguna duda, su catolicidad.

– Su partido tiene, sin embargo, una visión más triunfalista del presente que la suya

Ocurre cuando se tiene una visión utilitarista de las personas y de las naciones. Las estadísticas apuntan que hay más españoles que disponen de más cosas que hace 30 años, pero lo que habría que preguntarse es de qué sirven tener hoy más cosas que hace 30 años si el desarrollo moral no ha sido proporcional. Hoy la tasa de sucidios en la más alta de nuestra historia. Tenemos una población penal diez veces mayor que en 1975. La tasa de homicidios es 100 veces mayor que en 1964. Las casas son hoy construídas para aislar y proteger a sus residentes, no para comunicarlos con los vecinos. El número de niños nonatos abortados en España superan a las víctimas de todas las guerras que han tenido lugar en nuestro país en los últimos cinco siglos. Nuestras tradiciones están siendo abolidas. En España muere cada año por las drogas el doble de gente que durante los cuarenta años del régimen de Franco. Cualquier padre puede ser hoy encarcelado por una denuncia falsa. Cinco millones de españoles viven por debajo del umbral de la pobreza. El 98 por ciento de nuestros ancianos vive sin ningún tipo de protección familiar, que es mucho más importante para ellos que la protección social. Mientras las listas de espera en los hospitales no existían en 1970, hoy tenemos que esperar, a veces hasta meses, para ser atendidos por la sanidad pública. Los valores que por espacio de décadas nos dieron sustento espiritual y fortaleza como nación, hoy se desmoronan al ritmo de la zozobra, la dejadez, la rendición y la indolencia, conduciéndonos hacia el abismo de la mediocridad y de la ruina espiritual y patrimonial. Hoy los españoles estamos más desunidos y enfrentados que nunca. Siete de cada diez menores crecen en medio de familias desestructuradas. El número de delitos hace que la gente normal se recluya en sus casas a tempranas horas. Tenemos hoy más mezquitas que durante los ocho siglos de invasión musulmana. Los políticos hablan de hechos diferenciales y no de unidad. Se transmite en odio a nuestra tradición católica en las instituciones y en los medios. El pueblo español ha cambiado los objetivos trascendentes por un consumismo insoportable de telebasura. Muchos políticos ya sólo creen en servirse a ellos mismos y no a la comunidad. Se subvencionan a las ONG y se retira la protección a las familias. Se está manipulando nuestra historia para que no se sepa de dónde venimos ni a dónde vamos. Desde muchas mezquitas se adoctrina en principios antagónicos a los nuestros. Valores como el patriotismo, la disciplina, el esfuerzo, el honor, la meritocracia… han desaparecido de nuestras vidas. Hoy, cualquier niño español perteneciente a una familia con una economía mileurista tiene mucho más difícil acceder a la universidad que el hijo de un obrero en los años 60 y 70. Me pregunto si, a la luz de los ejemplos, no todos, desgranados, podemos sacar pecho y sentirnos orgullosos ni satisfechos de la España que hemos creado.

Por consiguiente, la lucha que se avecina no sólamente debe ser una lucha política, sino también en el campo de nuestra supervivencia moral, evitar que dejemos de ser hombres y mujeres con alma para convertirnos en cobayas.

– También Estados Unidos parece tener claro el camino…

Al menos la población blanca del país. En 2008, más del sesenta por ciento del electorado blanco de Estados Unidos votó a Obama. Por el contrario, menos del uno por ciento de la población negra votó al candidato blanco del Partido Republicano, John Mc Cain. Cuatro años más tarde se mantuvieron los porcentajes. ¿Qué significa esto? Que el sentimiento identitario de la población blanca apenas existía en comparación con el de las minorías, que hoy ya no lo son tanto. ¿Y en qué se ha traducido todo esto? Pues en un país que soporta la peor crisis social, moral y económica de su historia. Cuando los recursos económicos de un país se orientan al fomento y mantenimiento de la discriminacuión positiva, y en definitiva a que los méritos sean suplantados por cupos raciales, al final esa sociedad entrará en una grave crisis estructural. Imagine al corredor de fondo que tuviera que estar a expensas del más rezagado para llegar a la meta. Si la población negra decide en bloque votar a un candidato negro, es considerado instinto comunal. Cuando es la población blanca la que se decanta mayoritaria, y hasta abrumadoramente, por Donald Trump, entonces es instinto racista. Ello demuestra que todas las naciones multiculturales desembocan en un estado de confusión política, moral, económica y social.

Si el gobierno y los medios de comunicación ponen el acento sin descanso en las cuestiones de raza, de sexo y de diversidad, antes que en los verdaderos problemas que debieran ser abordados, se creará una división creciente en la sociedad. Es exactamente lo que quieren los partidarios del multiculturalismo.

Como ha venido sosteniendo este medio, la inestabilidad social, causada por una erosión constante de las normas y los valores, acompañada por una competición descarnada por las oportunidades económicas cada vez más escasas y por el enfrentamiento permanente de los grupos étnicos, genera la alienación y el conflicto necesario para la implantación de un Estado multicultural. Además, la ausencia de normas y valores comunes conduce a la desorganización individual, que conlleva un comportamiento asocial. Ese es el marco vital de existencia de un Estado multicultural: la desorganización de las normas que garantizan el orden en una sociedad.

Como herramienta política, el multiculturalismo tiene varias aplicaciones. Es utilizado para impedir un consenso nacional entre el electorado. La confluencia de opiniones divergentes sobre la visión de la vida, las creencias, las religiones, los hábitos étnicos, etc, alimenta un caudal turbulento de descontento que el multiculturalismo controla y dirige. Es un método perfecto para asegurarse que no pueda haber entendimiento, unidad y un deseo de destino común entre los gobernados. El multiculturalismo representa una forma básica del lema “dividir para mejor reinar”, en provecho del gobierno corrompido y sus socios.

El multiculturalismo es también una herramienta financiera utilizada para nivelar social y económicamente una población concreta. Cuando está instalado, conduce de hecho a una lucha para los recursos que se vuelven escasos, al igual que las oportunidades económicas, con un gobierno que favorece el trabajo barato. Éste se asegura una reserva de trabajadores pobres gracias a la inmigración (legal e ilegal) que al trabajar por renumeraciones inferiores, hunde sin cesar los salarios a la baja. Para la gran mayoría de los ciudadanos, el nivel de vida no subirá, sino que por el contrario, disminuirá constantemente.

Eso es lo que está denunciando Donald Trump y por lo que está soportando la peor campaña de linchamiento que haya sufrido nunca un líder norteamericano. Ese debate ya ha llegado a muchos países europeos y llegará inevitablemente a España. El PP tiene la ocasión de abanderar ahora ese debate o dejar que otros partidos lo hagan en el futuro.

– Hay un electorado que apuesta sin embargo por discursos centrados y templados.

Eso vale para sociedades que no ven peligrar su paz social ni su identidad. Eso valía en la España de los 70 y hasta de los 80, pero no en la de hoy. Ya me gustaría a mí tener que hablar de cosas más amables, pero lo que digo es el resultado de lo que cualquier persona sin anteojeras puede ver. Hace 40 años, el ‘efecto Trump’ habría sido impensable en la sociedad norteamericana de entonces. Hoy no se trata de una lucha ideológica, sino de sopervivencia o no, de que el mal no se imponga al bien natural que durante siglos ha sido el nutriente del desarrollo y la prosperidad de nuestros países, de que Occidente siga siendo la punta de lanza de la humanidad, de que el proyecto eugenésico para nuestras naciones no termine imponiéndose, porque eso supondría el fin de todo lo bello y fecundo que conocemos.

El discurso no puede ser el mismo en una nación vertebrada y segura de sí misma que en una sociedad debilitada, insegura y abocada a desaparecer. No podemos abstraernos de lo que está pasando a nuestro alrededor en nombre de lo políticamente correcto. Porque entonces el discurso centrado y templado nos estará induciendo al suicidio. Entre el mal y el bien no puede haber ninguna duda razonable. Y entre el suicidio y la lucha por nuestra supervivencia, teniendo como tenemos a enemigos tan poderosos dentro y fuera y un futuro cada día más oscuro, la opción debería ser clara. Yo querría que esa opción la representara el PP, pero tengo claro que quien la represente, terminará decantando a su favor a millones de votantes, como ya está ocurriendo en los países más avanzados de Europa.

 http://www.alertadigital.com/2016/04/25/los-criticos-del-pp-catalan-piden-al-partido-que-abandone-el-liberalismo-y-apueste-por-un-proyecto-patriotico-e-identitario/

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