Estas afirmaciones le está costando a la dirigente municipal del PP
una lluvia de insultos y descalificaciones en las redes sociales. Bermán
toma prestada la opinión expresada por AD en uno de sus editoriales y
afirma que “la dictadura del pensamiento único no permite disensiones ni
razonamientos distintos a los establecidos por el Sistema”. “Los
adalides de la ‘libertad’ no pe
rmiten que un cargo público defienda su propio punto de vista en pleno uso de su libertad moral e intelectual. Una vez más, las verdades oficiales se imponen a cualquier consideración discordante. En esta España supuestamente democrática, se respeta el derecho a elogiar hasta el empalago al régimen bolivariano de Venezuela, aunque más de la mitad de los venezolanos no puedan adquirir alimentos ni medicinas. En cambio se criminaliza ese mismo derecho cuando el destinatario es el régimen en el que medraron políticamente muchos de los inquisidores del presente. Condenar el franquismo, sin refutación posible, forma parte de uno de los inquebrantables dogmas de nuestro tiempo”, señala.
rmiten que un cargo público defienda su propio punto de vista en pleno uso de su libertad moral e intelectual. Una vez más, las verdades oficiales se imponen a cualquier consideración discordante. En esta España supuestamente democrática, se respeta el derecho a elogiar hasta el empalago al régimen bolivariano de Venezuela, aunque más de la mitad de los venezolanos no puedan adquirir alimentos ni medicinas. En cambio se criminaliza ese mismo derecho cuando el destinatario es el régimen en el que medraron políticamente muchos de los inquisidores del presente. Condenar el franquismo, sin refutación posible, forma parte de uno de los inquebrantables dogmas de nuestro tiempo”, señala.
Bermán opina que no hay comparación posible entre el régimen de
Franco y el actual. “Al lado de esta España, la de Franco era la Arcadia
feliz”.
-¿En qué cree que hemos empeorados desde 1975?
La España de entonces era una nación cohesionada. Conservábamos
nuestra identidad, nuestro orgullo nacional, nuestra industria, nuestra
agricultura, nuestras tradiciones, nuestras fiestas familiares… Nadie
que llevase una vida ordenada tenía nada que temer, antes al contrario.
Se respetaba a la gente honrada; hoy la gente honrada ha sido condenada a
la pobreza. Teníamos la presión fiscal más baja de Europa; hoy más de
la mitad de nuestros ingresos se destinan a pagar impuestos. Se creó una
clase media sólida, que evitó la inestabilidad política de los siglos
anteriores; hoy no queda gran cosa de ella.
Se respetaba el derecho a nacer; hoy son abortados más de 120.000
niños españoles cada año. En aquella España respetábamos a los docentes y
los ancianos morían en sus casas, junto a sus familias. Contábamos con
la menor población reclusa de Europa y nuestras calles eran las más
seguras de Europa.
Fue creada la Seguridad Social Universal y establecida la edad
obligatoria de Jubilación por vez primera. Se promovieron las
Universidades Populares, para hijos de familias con menor poder
adquisitivo, y las escuelas de Formación Profesional. Se establecieron
el Sueldo Mínimo Interprofesional y la fecha tope para el contrato de
pruebas. Había garantía de compensación económica para casos de despido
improcedente. Se crearon cientos de miles de viviendas sociales para las
clases más desprotegidas y un aparato industrial estratégico, que poco a
poco los gobiernos diversos han ido dejando en manos extranjeras.
También disfrutamos de una nueva industria de servicios muy lucrativa,
inicialmente de transición mientras se posibilitaba el desarrollo
tecnológico y la entrada de capitales y divisas: el turismo. Hubo
también un desarrollo tecnológico de primer nivel para los parámetros de
esa época; hoy en España la investigación apenas existe y en esta
materia somos totalmente dependientes del exterior. Debo aclarar que
esto no es un juicio de valor, y mucho menos político. Esto son
matemáticas y cualquiera puede comprobarlo. La Fundación de Cajas de
Ahorro ha venido publicando hace años un gráfico muy ilustrativo de la
evolución de la convergencia real de la economía española con la
europea. Los hechos más relevantes son el crecimiento espectacular de
nuestra economía durante los años 60 y primeros 70, tanto en términos
absolutos como relativos, que elevaron nuestro grado de convergencia
desde un 58,3% en 1959, al 81,4% en 1975. A partir de entonces, el grado
de convergencia respecto a los nueve países que en 1975 constituían la
CEE es inferior al de entonces, un 79, 5%.
Disfrutábamos también de un sistema educativo que sacó a España de la
lista de países con mayores tasas de analfabetismo, mientras que hoy
los jóvenes españoles apenas saben interpretar un texto y la educación
ha retrocedido a niveles casi africanos. No habían psicólogos infantiles
porque los niños crecían y se educaban en el seno de familias unidas y
estructuradas moralmente. Apenas habían residencias de ancianos porque,
como dije antes, los viejos morían en sus casas y rodeados de los suyos.
Teníamos una legislación laboral que protegía a la clase media de los
desmanes de los políticos y del neoliberalismo. Desde la instauración
de la democracia esta legislación no ha hecho más que retroceder. Por si
fuera poco, en aquella España disfrutábamos de la tranquilidad de no
tener que convivir con separatistas, ni con ultraizquierdistas dedicados
a envenenar nuestra convivencia, ni con inmigrantes ilegales, ni con
delincuentes internacionales. Éramos un país respetado dentro y fuera.
Había paz y orden. ¿Cómo podría hablar mal de esa época nadie que se
asomara a ella sin una actitud sectaria ni revanchista?
-¿Qué otros recuerdos tiene usted de aquella España?
Los recuerdos de mi felicísima niñez. Los recuerdos de unos padres
honrados que prosperaron gracias a aquel régimen. Los recuerdos de unos
vecinos encantadores que eran una prolongación de mi propia familia. Los
recuerdos de unos maestros que se esforzaban en convertirnos en
personas de bien. Los recuerdos de una juventud fuerte y sana, que no
necesitaba recurrir a las drogas ni a las litronas para pasarlo bien.
Los recuerdos de unos espacios públicos que disfrutaba la gente honrada
las 24 horas del día, sin temor a asaltantes ni criminales. Los
recuerdos de una sociedad confiada y orgullosa de su espiritualidad, que
tenía muy clara la diferencia entre el bien y el mal. Los recuerdos de
toda la familia unida, disfrutando de esas pequeñas cosas que hoy son
despreciadas por la mayoría. Sin duda, los años más felices de mi vida
coincidieron con los últimos años de vida de Franco.
-¿Por qué cree que su partido se ha unido a sus rivales políticos a la hora de demonizar aquella España?
Otro craso error que estamos pagando muy caro. No se puede exorcizar
el pasado. Si mi partido hubiese contribuído a que se analizara la
España de Franco, sin anatemas ni prejuicios ideológicos, y colaborado
en la difusión de sus valores y sus grandes éxitos en los campos social,
moral y económico, la España actual saldría muy mal parada. Al
colaborar en anestesiar nuestra memoria frente a esa etapa de nuestra
historia, dejando que la izquierda la cubra de injurias, ignore sus
logros, criminalice a sus protagonistas y exponga al ostracismo
mediático a sus defensores, el PP dejó expedito el camino a la izquierda
española para que construyera un nuevo modelo de país sin el engorroso
peso de una referencia histórica que, de haber sido tenida en cuenta con
respeto, imparcialidad y rigor, habría dejado en un pésimo lugar a los
que nos han conducido a este callejón de difícil salida. Ni siquiera
hemos sido capaces de proclamar nunca que la II república fue un
desastre sin paliativos, donde no existía el imperio de la ley: se
quemaban iglesias, se perseguía a los católicos, se amparaba el desorden
e incluso la misma Policía, por orden del Gobierno de Azaña, sacó de su
domicilio y asesinó al líder de la oposición derechista, José Calvo
Sotelo. O que el mantenimiento de esa república nos habría embarcado en
la II guerra mundial, cosa que pudimos evitar gracias y no a pesar de
Franco, con el consiguiente ahorro de vidas humanas. O que si tenemos un
rey en España fue porque Franco lo dispuso.
-¿Cree que algún día se podrá opinar de la España de Franco sin los tabúes ni las anestesias actuales?
Sería lo deseable. Lo contrario sería tanto como dejar sentado que en
España la libertad de opinión sólamente es respetada cuando esa opinión
coincide con la oficialmente establecida. Si mi compañera de partido en
Calpe, en vez de decir que en la España de Franco se vivía mejor que
ahora, se hubiera declarado admiradora de Stalin, de Hugo Chávez, de
Fidel Castro o de Pol Pot, hoy estaría recibiendo las felicitaciones de
los mismos que la están crucificando. Si se hubiera postulado en favor
del aborto y del ataque a los católicos, mostrado admiradora de ETA o
declarado negacionista de los crímenes de Stalin, la izquierda radical
estaría hoy glosándola como un ejemplo democrático a seguir. En cambio
se ha atrevido a hablar respetuosamente de la España de Franco, y eso en
la época actual es peor políticamente que declararse en favor del
terrorismo o mediáticamente más reprobable que pegarle a un padre.
-Dijo usted recientemente que muchos de los dirigentes de la izquierda española le deben su vida a Franco…
Es que se trata de una obviedad. Lo dice mucho el director de AD y yo
lo comparto al cien por cien. Yo nací en la España de Franco. Y si pude
nacer en los años 60 fue porque había una legislación que consagraba el
derecho a la vida. Como yo muchos millones de españoles. De haber
imperado entonces las leyes abortistas prevalecientes hoy, estoy
convencido que un elevado porcentaje de los actuales dirigentes
ultraizquierdistas mayores de 40 años literalmente no habrían nacido.
Por consiguiente, al régimen católico de Franco le debemos la gratitud
de haber antepuesto nuestro derecho a nacer al ‘derecho’ de cualquier
mujer a matar a su bebé. Por desgracia, los más de cien mil niños que
fueron abortados en 2015 no podrán decir lo mismo dentro de unos años.
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